5.10.06

Algunas preguntas respondidas en Página/12

–¿Se puede decir que la obra de David Harrower Cuchillos en gallinas discurre acerca de la emancipación intelectual de la mujer?

–La pieza de Harrower habla –entre otras cosas– del poder de la palabra. Aquí encarnando en el cuerpo y el espíritu de una mujer. La Mujer Joven de Harrower sufre –en el devenir de la obra– un proceso de iluminación. Y –como todo proceso que conlleve el despertar del espíritu–- deja cuerpos en el camino. Dice la Mujer Joven: “Todo lo que debo hacer es empujar los nombres hasta el fondo de lo que hay como cuando empujo hasta el fondo mi cuchillo en el estómago de una gallina”. Después agrega: “Así es como sé que Dios está allí”. Trata de situarse en el medio, de ser aquel que sabe hundir algo en algo. La Mujer Joven intenta desentrañar el misterio de las cosas yendo más allá del nombre, violentando la cosa para conocer, para rebautizar. Como un niño, desarma el juguete para entender el misterio. Del otro lado de la piel está el nombre, del otro lado de la carne está el misterio, en la sangre están los nombres propios.

–¿De allí el nombre de la pieza?

–La Mujer Joven se transforma en poeta. La obra también cuenta esto: la formación de un poeta. Si el cuchillo se hunde en el estómago de una gallina, la creación estalla. Si más allá de las cosas está el nombre, la única forma de acceder a él es violentando la cosa. Para conocer hay que devorar. Para saber hay que destruir. El saber, entonces, entraña destrucción.

–¿Existe alguna relación con Casa de muñecas, como para vincular a ambos autores?*

–Se podría decir que ambas relatan un proceso de individuación. Tanto Nora como la Mujer Joven recorren en el devenir de las obras el camino que las transforma en personas: abandonan la pluralidad del género para ser singulares, se separan del rebaño para dar cuenta del propio campo: ambas caminan hacia el conocimiento del otro y de sí mismas. Ibsen plantea el problema con las exigencias del naturalismo; Harrower encuentra en la poesía el espacio para narrar su historia. Ibsen se detiene en la ciudad; Harrower prefiere el campo. Ambos entienden que la lucha de cada ser humano es la de poder ser. Y ambos trazan una parábola para dar cuenta de este imprescindible derecho.

* En la nota también se habla del estreno de Recital Ibsen, de ahí el cruce entre ambos autores propuesto por la periodista.

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