2.9.06

La semana que pasó

Los ensayos marchan bien, muy bien - podría decir - : los silencios de Harrower se transforman, de a poco, y gracias al talento de Gaby, Juan y Diego en una partitura extraordinaria. Pudimos descubrir en una improvisación gigante (hecha el miércoles 30 de agosto) ciertos sentidos ocultos en el texto: lo espiritual de la comida, lo terrenal de la comida: la tierra, el cielo. Muchas de las "palabras" que David arroja en el texto "parecen" sólo eso: palabras. Pero el trabajo que estamos llevando adelante nos demuestra que cada una de esas palabras se ligan inexorablemente con la acción y el sentido más profundo de la obra. El viaje es maravilloso y cada vez, al terminar los ensayos, quedamos sorprendidos frente a la densidad, a la leve densidad de la escritura de David: en Cuchillos en gallinas se oculta un saber que hasta su autor podría llegar a desconocer y nosotros sólo aprendemos a intuirlo: el texto tiene ese poder, la inteligencia del texto que emite señales sin detenerse, que plantea enigmas sin pausa, que decide sobre cada uno de nuestros actos como si se tratara de un ensayo sobre el comportamiento humano: el texto, entonces, siempre más oscuro que cualquier intento de iluminarlo. El desafío, entonces: dejar que las oscuridades brillen. Creo que lo estamos consiguiendo.

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