cine|cronica desde el rodaje de “zenitram”, primer superheroe local
"Toda película de superhéroes está hablando de otra cosa"
Los actores y el director explican por qué no existió en la Argentina una tradición de superhéroes hasta la llegada de este personaje, basado en un cuento de Juan Sasturain, que conecta más con la dificultad de asumir lo propio que con la omnipotencia. “Es más íntimo, más chiquito y la batalla más fuerte es consigo mismo”, dice Luis Luque, el manager de Zenitram. Por Julián Gorodischer
En General Pacheco, provincia de Buenos Aires, un director de cine trata de romper una tradición negada, la de los superhéroes locales. No los hay por razones múltiples: ¿problemas técnicos?, ¿riesgo de caer rápidamente en la parodia? Zenitram, el superhéroe en cuestión –el primero no animado del cine argentino–, será un perdedor sin inmunidad ni compostura que deberá luchar contra el desabastecimiento global general de agua: el signo será la dificultad para asumir los poderes y la existencia, en un futuro no lejano, de la casta de superdotados naturalizada en el paisaje cotidiano. Esta noche, durante el rodaje que seguirá por otras ocho semanas, el porrazo contra una ventana demostrará menos la ineptitud del personaje (a cargo del actor Juan Minujín) que la dificultad de asumirse en esta región del mundo.
“La diferencia con otros superhéroes –asume el director Luis Barone (El tigre escondido, 24 horas)– es que Zenitram no puede encontrarse con el manejo de su don. Toda película de superhéroes está hablando de otra cosa, y los X-Men lo hacen elípticamente de la diversidad, la aceptación de lo múltiple y la reacción a cierta tendencia conservadora de la realidad norteamericana. Acá lo que se discute es la aceptación de los propios poderes, lo que a cada uno de nosotros nos es negado.”
Coincidencias
¿De qué habla la aventura del superhéroe argento? Barone y su mujer –la actriz y documentalista Mausi Martínez– tienen en claro que la cruzada fantástica no podría referir sino al agua. Ella lo reflejó en Sed, invasión gota a gota, prefigurando las peores versiones de privatización de lagos y reservas acuíferas; él lo cuenta desde la ficción sin que sea menos revulsivo. Pero ahora la pregunta es cómo representar el vuelo del héroe sin derivación paródica, sin que se le vean los hilos en este set que, de ningún modo, debería interpretarse –dice el director– como de pretensión “bizarra”.
“La gente –sigue Barone, en relación a la masa futurista que integra la multitud de extras– se pone contenta porque la Argentina tiene por fin un superhéroe: pero éste vuela con vértigo, y le recomiendan cocaína. Como da bien en las mediciones, lo nombran ministro de Asuntos Excepcionales; su uniforme es de colores bosteros en honor a Juan Sasturain (autor del cuento original y coguionista de Zenitram), con una Z que funciona como el logo de Siam invertido. Acá se grita El que no salta es Superman.” Para el alto porcentaje de escenas voladas, algunas sobre una supuesta terraza del edificio Kavanagh, se recurrió al clásico fondo azul del principio de la saga de Superman. “No es bizarra”, se ataja Barone. “Es en términos realistas, casi naturalistas. Cuando viaja a los Estados Unidos, en los análisis le detectan cocaína y tendrá que hacer su cura en el hospital de superhéroes. Se hace amigo de Frank Ramírez, un hombre elástico chicano que traspasa la materia.”
¿Y acerca de la persistente obsesión temática de la pareja Barone/Martínez? “El principio de todo fue Zenitram”, asume ella. “Cuando estábamos buscando financiación para la película en España entendimos que todas las cosas que imaginamos para el futuro ya estaban sucediendo: hay una escasez mundial de agua, y la realidad supera la ficción.”
Versátil
Ayer nomás fue el erotómano leather de Un año sin amor (sobre la novela de Pablo Pérez), luego el cura de El cielo elegido (sin fecha de estreno confirmada) y ahora el superhéroe Zenitram, como si el universo todo fuera abarcado por sus tres protagónicos en cine, aunque él observe en el amplio espectro más similitudes que contrastes. “Algo del cura y el leather –razona Juan Minujín, aquí Zenitram– se parecen: pertenecen a la logia de hombres. Yo veo una ventaja en la mayor exposición del personaje; cuanto más descarnado, es más interesante. Prefiero esos perfiles que el de un chico en su departamento que no sabe qué hacer. Puede haber actores más pudorosos con escenas sexuales. No es por cancherear, pero está bueno tirarse a la pileta.”
La ocasión requiere repetir la misma pregunta todo el tiempo: ¿qué superhéroe hubiera querido ser?, como si la respuesta obligara a definir una personalidad y un tipo. El de Luis Luque (manager de Zenitram en la trama) es Aquaman, por relajado y por naranja y verde. El de Luciano, un extra que hace de guardia de seguridad del grupo de malvados, es el gemelo fantástico, y argumenta que es por su condición de “hijo único”.
¿Antviril?
Mientras le maquillan la sutura tras el golpe que interrumpe el vuelo, a punto de probarse la lycra sin relleno ni corset que lo inflaría aunque sea un poquito, Minujín se asume menos X-Men que Superman venido a menos. Ciento por ciento clásico, volviendo al individualismo anterior a la escuela para seres especiales de los X-Men o a la familia animada de Los increíbles, transgredido eso sí en el espíritu decadentista por tiempo completo, sin identidad civil oculta. “La idea es ser un chico común, al que le revelan que tiene este poder. ¿Si la malla tan apretadita es antiviril? Es cierto, pero a la vez es como la exaltación del músculo.” ¿Qué músculo? “Y hay algo del traje que es el poder; sin eso no pueden hacerlo.”
–Recién Luis Barone decía que un actor consagrado no se hubiera animado al superhéroe... ¿Sus reparos?
–Si hago una buena transferencia con el director, es un placer. Si no, es una pesadilla fatal. Pero en algún punto, siendo actor uno ocupa un lugar interpretativo, no autoral. Sobre todo en cine, donde hay tantos elementos e instancias que intervienen. Por momentos lo meramente interpretativo me parece un poco “corto”.
Sueños
La cobertura del rodaje crece en el encuentro con los extras, más ociosos que el protagonista, alejados del ritmo de la repetición fordista de la misma escena, en espera plácida. Ellos conectan con el sueño más antiguo que el de los superhéroes. Tan fuerte es el deseo de aparecer y ser visto como el de una gesta por el agua que deberá defender Zenitram en ese futuro. Los extras pasan toda la noche en vela, hoy que se repite la meditación del superhéroe tras el golpe contra la ventana y el encuentro con la chica que le gusta. ¿Qué desean?
Roberto: –Soy actor, hago comedia musical. Trabajé en el teatro El Vitral, hice a un mecánico que se llamaba Carlitos. (“Che, me va chico, no me entra este guante”, se dispersa.) Estuve en coros, hice presentaciones de canto. Muchos empezaron así...
Pablo Martín: –Algún productor puede verte, o un director te recomienda a otro.
Roberto: –Es mi única meta en la vida... que me digan lo que tengo que hacer. Sólo cuando estoy en una obra de teatro o en un casting de TV. Quiero que me disfracen de Superman y me pongan en primer plano. ¿Me falta torso? No crea, si sabremos de rellenos...
Tiempo de valientes
–Recién empiezo a filmar –acota Luis Luque en una pausa del rodaje–. Pero sé que tanto estos tipos como los de Tiempo de valientes (la película de Damián Szifrón) hacen lo que pueden, y son héroes a pesar de ellos mismos. Sus vidas son bastante comunes y, a veces, alejadas del objetivo de ser héroes. Me parece que la falta de superhéroes locales es por una cuestión técnica; se le tenía miedo al género... Y éste es un momento histórico en el que pueden entrar. Estamos en un mundo caótico, sin existencia de la ley. En chiquito, mirá lo que pasa en el fútbol. Tenemos esa cosa de que va a venir papá y nos va a salvar.
–¿La tendencia moderna, desde los X-Men a Zenitram, es el superhéroe al que le cuesta asumir el poder?
L. L.: –El nuestro es más íntimo, más chiquito. Y la batalla más fuerte es consigo mismo. Yo me creo el actor perfecto para hacer un superhéroe alguna vez: con un dejo de marginalidad y potencia interrumpida o cortada. En el camino de héroe, que mientras toma conciencia de lo que es arma su propia revolución. En lo personal, yo transito constantemente esos estados.
Nada es grande ni ostentoso: el superhéroe aparece con la lycra que chinga en la cintura. Camina por el viejo edificio de Radio Nacional, de máquinas enormes y galpones vacíos más como el resabio lejano de la megalomanía soviética que como las nuevas expresiones de todopoderoso. Posa batiendo las alas más parecido al pájaro herido que al hombre de acero. Seguro no motivaría la pregunta sobre si es un pájaro o es un avión. Un desprevenido diría, en cambio: ¿y ese loco? La autenticidad y la aceptación de los estados alterados podría ser un buen antídoto contra la limitación de recursos. Los márgenes refundan el canon e incrementan la humanidad. A Minujín no se le exigió entrenamiento para ampliar el pectoral. No hace falta. Pero sí, en este minuto, le piden que se calle de una vez para que la herida que le esculpen en la frente dé profunda, sangrienta y natural. “Uno como Zenitram –dice Luis Luque, para terminar– o tipos como los de Tiempo de valientes sufren el poder que tienen, o no lo asumen, o les da miedo.”